Déjame que te robe un beso como roba la tarde en el silencio diez minutos al reloj. Déjame que me instale al centro de tu pecho como si fuera cierto que tu boca me llamó. Deja que el tiempo nos demuestre que los dos estamos hechos corazón a corazón, corazón a corazón.
Déjame que te invente un sueño como suave por tu cabello bajan hasta tus hombros luna y sol. Deja todo y escapa ahora por el espejo sola y miedo adentro interrumpiéndome la voz. Guarda el secreto de esta noche en tu buró del mundo a un beso y de las once hasta las dos, y de las once hasta las dos.
Eugenia, diluvio de estrellas. Eugenia, de un paso a tu huella, quién puede llegar.
Deja el pacto de un hasta luego por si acaso cayera en este juego mi inocente corazón. Deja tiempo para el encanto y la luz encendida de tu cuarto por si encuentro una razón. Deja una nota si tuvieras que salir que poco importa si no te olvidas de mí, si no te olvidas de mí.
Deja incienso para la sala y en ese piano negro media escala por si llega una canción. Déjalo cual dragón chimuelo y no le cuentes que si acaso vuelvo es porque debo algún perdón. Deja la llave y un te quiero en el jardín que a media tarde no respondo bien por mí y nunca encuentro a donde ir.