Oyendo el Ave María surgió, de pronto, una voz. La voz me dijo, confía en la fe de un mañana mejor. Estoy herido de agravios, no tengo fe ni ambición. Retazo soy de una vida, sin amigos, sin luz, sin amor.
¡Ayúdame! ¡Ayúdame, Dios mío! ¡Ayúdame! Y enseñame el camino. Yo quise ser tan bueno como el mismo pan, pero la gente, cruel, brutal, me arrebató la dicha. ¡Ayúdame! ¡Ayúdame, Dios mío!
Oyendo el Ave María, surgió de pronto una voz. La voz me dijo, confía en la fe de un mañana mejor. Después del largo camino el alba extiende su amor, verás que tierno el regreso en la paz de una dulce ilusión.