Hace como una semana que un paisandero mistongo, me invitó para un bailongo en el pueblo de las ranas. Las principales bacanas de toda la población se fueron pa' la función a la fiesta enarboladoas, porque habían sido invitadas con tarjetas de cartón.
La orquesta se componía de bandoneón y guitarra, porque esta era una farra de las que muy poco había. Cada siofica tenía en el baile su bacana, o mejor dicho su dama, pa' desempeñar un rango y poder bailar un tango Pero muy, de… de… de la banana.
Los músicos empezaron y el que hacía de bastonero, le brindó a cada ranero una mina, y se largaron. Los acordes resonaron del bandoneón armonioso, cada hembra con su mozo salieron como pegaos, porque el baile había empezao con un tango perechocho.
La farra en orden seguía, Todos guardaban respeto, pero empezó a hacer efeto la ñaca que se servía. Un pardo flaco que había gritó: que cante un Carlos Gardel, mi compadre es payador y le dijo tome usté las guitarras y cantemé unas décimas de amor. Juana Arrabal que es, a ella misma cantelé y algo también digalé a la parda Filipina. Déjese de esas pamplinas la china Rosa gritó y el pardo lo que junó, que le daban poco corte, saltó como un resorte Y el bochinche allí se armó como una luz de ligero.
El pardo un brinco pegó y enseguida resbaló de la cintura un talero, ahí nomás a un canfinflero le acomodó un garrotazo y a otro le dió un zurdazo, y la negrita Pacheca gritaba: dejen la chica y le acomodó un sillazo.