No sé qué embrujo aprisionó mi vida, al remolino de su corazón, para arrastrar el alma enceguecida hacia el abismo de la sinrazón. Me quemo en una ardiente hoguera donde mi amor se inmola en sacrificio, porque en su propio maleficio está mi perdición.
Su sangre con mi sangre se encadena, en la pasión de un loco torbellino. Furia brutal de un vendaval que desató el destino. Girando sin cesar será mi suerte, para en la muerte acabar.
Como un castigo que llevarlo tengo, junto a mi vida, siempre quedará este martirio de su amor que vengo sufriendo, toda una eternidad. Estoy perdido ya en mi suerte, no encuentro más el rumbo del camino. Estoy marcado en mi destino sin tener salvación.