¡Ay, mimosa! Quisiera darte mi abrigo, quisiera hacerte feliz. Por eso, al cielo le pido, quiera Dios darte el castigo que te enamores de mĂ.
Si es que tengo la fortuna de tu amor de miel y rosa, nunca, nunca habrá ninguna más amada, más hermosa. ¡Ay mimosa! si en tus labios tan perversos prenderĂa con mis versos el más rojo madrigal. Y tu beso, lo llevarĂa en mi vida como una flor escondida que hallĂł en mi pecho su ojal.