Mi casa fue un corralón de arrabal bien proletario, papel de diario el pañal, del cajón en que me crié... Para mostrar mi blasón, pedigree modesto y sano. ¡Oiga, che!... ¡Presénteme... ¡Soy Felisa Roverano, tanto gusto, no hay de que!...
¡Arrabelera, como flor de enredadera que creció en el callejón! ¡Arrabalera, yo soy propia hermana entera de Chiclana y compadrón!... Si me gano el morfi diario, qué me importa el diccionario ni el hablar con distinción. Levo un sello de nobleza, soy porteña de una pieza, tengo voz de bandoneón.
Si se le da la ocasión, de bailar un tango arrespe, encrespe su corazón, de varón sentimental. Y al revolear mi percal, márqueme su firulete, que en el brete musical se conoce, la gran siete, mi prosapia de arrabal.