Cuando el amor, compañero, llega a adueñarse del pecho, hasta que no lo ha deshecho no lo abandona jamás; y que la virgen lo tenga bajo su amparo sagrado al pecho ya esclavizado que sufre en silencio el dolor, dolor tan tenaz.
Nací, como el clavel del aire, besó mis sienes el pampero, me dio con su canción el jilguero, lección de tierno y dulce amor; dejé los cariñosos lares y tras de la pasión mentida, rodé, golpeándome en la vida, el alma de tu guitarra agonizando en mi reja, volcó tan sentidas quejas que no las olvidaré. Y por tu bien, comprendo, quizá no podré quererte, sería enlutar tu suerte y nunca la enlutaré.
Que me olvides te lo pido, no me lleves en tus venas, vos no sabés que a mis penas más amargura le das; yo, vagabunda en la vida sin una luz en mi cielo, busco también el consuelo que encierra el olvido y no lo hallo jamás.