Yo te oí tocar el ukelele y en tus blancas manos de marfil parecía que tuviera un alma y que pudiera llorar y reír, como lloran los que tienen penas y en silencio las deben sufrir.
Y oyes en el ukelele una canción triste de dolor. Es mi corazón que en ella adora y que sufre por la pena de un amor. Vuelve hacia mí tus ojos y que pueda tus labios besar, mientras se oye, muy lejos y suave, una canción triste que llora al pasar.
Muchas veces parece que el viento hacia mis oídos él me trae las dulces voces del intrumento, que en tus blancas manos conocí. Y mi corazón palpita ansioso como aquella tarde en que te oí.