Virgencita de Pompeya nacida en el barrio turbio, como una flor del suburbio que embelleció al arrabal... Te llevo siempre en mi pecho de malevo y de compadre, porque te colgó mi madre... defendiéndome del mal.
Me basta que tu recuerdo acaricie mi memoria para vivir en la gloria de una suprema emoción: compañera de mis noches de bohemio emperdenido, que estás sintiendo el latido de mi criollo corazón.
Desde Palermo, a Barracas, de Puente Alsina a Pompeya, nadie se paro en mi huella ni se burló de mi fe; y en mis horas de tristeza, por muy hombre y muy derecho te saqué desde mi pecho y a escondidas, te besé...
Medallita de los pobres, bendita señora mía puesta por Dios como guía para aliviar mi dolor: Cuántas veces descansaste sobre aquel pecho querido de una mujer que no olvido porque a tu lao palpitó.
Las vueltas que me he jugado por no dejar de ser hombre, cuando evocaba tu nombre al fallarme el corazón... ¿Y te acordás, Virgencita, la noche en que Pancho Almada me tiró una puñalada... y le rompiste el facón?
Virgencita de Pompeya que no conocés el Centro. Pero que estás tan adentro en el alma nacional... ¡Te llevo siempre conmigo en mi vida de compadre, porque sos como una madre que me defiende del mal!...