No estás... No están tus besos junto a mĂ, junto a mis sueños... A veces, con tu recuerdo temblando a mi alrededor: ¡una lágrima en mis manos me dice que estoy pecando por quererte más que a Dios!
Pobrezas de tu adiĂłs de cien espinas... Pobrezas de lo injusto de tu adiĂłs... Pobrezas que han llegado hasta mi cuarto, cuchitril de viejos trastos, ¡solitario como yo! Pobrezas del amigo que se ha ido: ¡tengo hilachas en mi abrigo y eso, acaso, lo alejĂł! Pobrezas y pobrezas que desgarran, ¡pero esas tuyas que matan pues son de olvido y rencor!... Pobrezas de tu amor frĂo y huraño, de mi amor que se hizo amargo por quererte más que a Dios.
No estás... y todo en sombras muere, al fin, junto a mis horas... A veces, cuando me rondan tus voces y mi perdón: ¡gimo y lloro sobre un ruego, enfermo de cien desvelos por quererte más que a Dios!