Un farolito que parpadea tumbado y viejo sobre tu esquina, haciendo alarde que te ilumina, tal vez murmura porque llorás. Diez arbolitos como un rosario, rotos al pasto del cruel invierno, solos vigilan fieles y tiernos tus noches tristes de inmensa paz.
Callejón, a los dos vendió el destino, soy un triste peregrino sin derrotero y sin fin. Callejón, vos serás mi confidente, traigo doblada la frente y adónde voy yo no se. Como a mí también te sangra una herida, a vos la urbe te olvida y ella ha olvidado mi amor. Callejón, por eso busco tu abrigo lejos del mundo consigo adormecer mi dolor.
Cuando el rocío moja tus faldas, tu amarga pena llorás por ella, como mi vida no tenés huellas y nunca un carro surcó tu mal. Sólo en las noches de clara luna una pareja viene a arrullarte, y al despedirte suele dejarte besos sonoros como el cristal.