Cuántas veces pensé en tu cuna, fuelle, dónde te hizo el alemán Alfredo Arnold. ¿Qué viento extraño te trajo hasta este suelo? ¿Quién puso tu ancla doble A bajo este cielo? El milagro del tango te esperaba, como un sueño que en el fango se amasó, y de ese barro su duende te llamaba y te encontraste con el tango, bandoneón.
Fuelle, que abrigaste en tus arrugas el secreto de ese tango que respira en tu jadeo. Fuelle, tu sonido fue el lenguaje que aprendiste sin palabras. Fue la voz del barrio aquel, de la vieja y del dolor, de la gente que penaba. Fue el temblor de un beso puro, fue el silbido sin apuro, sigue siendo nuestra voz.
Cuántas veces canté a tu arrullo, fuelle, y en tu son cantó la vida que se dio. ¿Cómo supiste subir del charco al cielo, cómo llenaste de música tu vuelo? Buenos Aires acaso te esperaba, desde el día que algún loco la inventó, y tu sonido era el sol que le faltaba y tu pulmón era su entraña, bandoneón.