Su casa, señor, está llena de todo... La usina trabaja, feliz, para usted. Enchufa su vida y encuentra ese modo de tenerlo todo, sin tenerse usted.
Su vida, señor, está falta de mucho. Y nadie le acierta su necesidad. Le han vendido tanto, que a veces lo escucho hablar de lo mucho que le hacen comprar.
Le ofrecen un río de whisky y un cielo con bellas muchachas que lo han de mimar. Veloces aviones le inventan el vuelo y usted sube y baja, pero sin volar.
Le muestran la forma de tener prestigio, comprando la marca que repiten más. Y usted se desvela por el sacrificio que impone el “camelo” de su bienestar.
Yo vengo a venderle, señor, este canto. Así como suena, sin publicidad... Y usted tiene dudas, porque compró tanto que al fin se pregunta... ¿para qué cantar?...
Le traigo, señor, esta música mía. Le pido tan solo que sepa soñar. Y tal vez con ella, de pronto sonría. Y tal vez, conmigo, se ponga a cantar.
Le ofrezco el color de una gran primavera. Un gesto celeste que lo ayude a andar. Un sol generoso, una risa entera y el simple secreto de saberse dar.
Le ofrezco una luz que no tiene vidrieras, ni “jingles”, ni “cortos” de televisión. Le ofrezco una nueva y hermosa manera de vivir la vida y de ser mejor...