Hay una voz que atravesando el tiempo sigue cantando con nuestra propia voz. Hay una voz que atravesando el fuego con alas de milagro, del fuego renació.
Habrá, tal vez, un mágico misterio, un soplo de infinito vagando en esa voz que se alimenta con la verdad del pueblo, que el pueblo reconoce porque con él creció.
¡Gardel!... Como un ritual que nos habita y no se va. Su voz que está. Su voz... sonora llama que se agranda sin cesar y arde al cantar.
Es él, nomás... sobre el escándalo vital de la ciudad. Y acaso más allá, por cien caminos y horizontes. Gardel, grillo del viento, que el viento siempre quiso templar.
Hay un cantor que nos está cantando como quisimos cantar y no se dio. Hay un cantor que va resucitando de un trágico destino, volviendo de su adiós.
Es un cantor, es una voz, un mito. Con un chambergo claro y un silbo volvedor. Con la sonrisa quebrada en ese sitio, de trinos insondables que acaso él entreabrió.