Aquella juventud de la emoción primera, aquella enredadera de rosa y parral... Ya son como el perfume de un libro muy viejo, ya sólo recuerdos, tu casa ya no está... Si me parece ver aquel rondín de niños rondando un aljibe de luna al brocal, y allí en el viejo patio de olor a jazmines frenar en la rayuela las ansias de andar.
Ya no vendrás con tus ojos de trigo, ya no tendrás el vestido de percal... El ayer... el ayer ha partido, tus ojos se han dormido, tu casa ya no está... Ya no hablarán tus muñecas de trapo ni el agua mansa del último adiós. Tú, que podías traerme el ayer, te has marchado con tu aroma de flor.
Eterna soledad la de mis ojos claros, buscaron y buscaron poder olvidar, y hoy llenas de regreso y de angustia las manos encuentro que en el barrio tu casa ya no está...
Eterna soledad la de mis ojos tristes, te llaman en la ausencia del patio otoñal, y sufren el silencio de un sueño lejano llorando aquellos años que no volverán.