Valsecito que traes el perfume de los bailes debajo del parral, y el recuerdo del gringo organista que sonaba por el arrabal. La poesía del barrio de entonces se despierta en tu viejo compás, y la mente dibuja el paisaje de un patio estrellado detrás de un portal.
Para llorar tu sentir te enredás en el violín, y acollarás el matungo de tu son al bajo del bandoneón. Y si sopla un vendaval en la huella del querer, en la guitarra gentil del payador sos el lamento mejor.
Los muchachos te rezan silbando y las pibas te cantan también. Y el trovero gangoso del barrio en tus notas diluye un desdén. Y si junto a la reja en tus sones se perfuma la voz de un cantor, un par de ojos borrachos de ensueño te dicen las gracias con un lagrimón.
Si en la esquina pintada del barrio se destrenza tu humilde canción de ternuras las noches plateadas prenden una estrellita de amor. Porque fuiste el primer cancionero para el alma del barrio cantor, sos la contra del tango malevo y si él es guapeza, vos sos todo amor.