Con aire de payador entro a su casa, señora, con la guitarra canora templada por el fervor. Cada clavija, una flor, y cada cuerda cantora, una pulsación sonora que resalta con amor para vibrar en su honor, mi dignísima señora.
No se acostumbra actualmente este estilo de canción, se fue con la tradición del payador elocuente. Pero siento, de repente, que en esta noble ocasión debo hacer una excepción para cantar gentilmente mis décimas oferentes que dedico a Eva Perón.
Mas debo, con su licencia, o más bien con su perdón, reanudar la improvisación y borrar mi inexperiencia. Cegado por la impaciencia cometí la incorrección de hacer la salutación olvidando, en mi imprudencia, de festejar en su ausencia al General Juan Perón.
Él es el verbo mayor y usted la mayor templanza. Él es la punta de lanza y usted la punta de amor. Él es un grito de honor que hasta el deber nos alcanza, y usted la mano que amansa cuando castiga el dolor. Él es el gran sembrador y usted la gran esperanza.
Él es el gran constructor de la patria liberada y usted, la descamisada que se juega con valor. Los dos uncidos de amor son vanguardia en la cruzada, las masas, emocionadas al brillo de este fervor, han jurado con honor morir en esta patriada.
En estilo payador canté en su casa, señora, con la guitarra sonora templada para su honor. Perdóneme si al favor de su mano acogedora, mi pobre musa cantora no supo cantar mejor al restallar con amor en esta casa, señora.