Cultive buenas maneras para sus malos ejemplos si no quiere que sus pares le señalen con el dedo. Cubra sus bajos instintos con una piel de cordero. El hábito no hace al monje, pero da el pego. Muéstrese en público cordial, atento, considerado, cortés, cumplido, educado, solícito y servicial. Y cuando la cague, haga el favor de engalanar la boñiga. Que, admirado, el mundo diga: «¡Qué lindo caga el señor!» Hágame caso y tome ya lecciones de urbanidad. Tenga a mano una sonrisa cuando atice el varapalo. Reparta malas noticias envueltas para regalo. Dígale al mundo con flores que va a arrasar el planeta. Firme sentencias de muerte, pero con buena letra. Ponga por testigo a Dios y mienta convincentemente. Haga formar a la gente, pero sin alzar la voz. Que a simple vista no se ve el charol de sus entrañas. Las apariencias engañan en beneficio de usted. Hágame caso y tome ya lecciones de urbanidad. Cultive buenas maneras donde esconder sus pecados. Vista su mona de seda y compruebe el resultado. Que usted será lo que sea –escoria de los mortales– un perfecto desalmado, pero con buenos modales. Insulte con educación, robe delicadamente, asesine limpiamente y time con distinción. Calumnie pero sin faltar, traicione con elegancia, perfume su repugnancia con exquisita urbanidad.