Con sus mármoles y sus bronces parecía la Chacarita aquel viejo café del Once con orquesta de señoritas. Allá íbamos muchas tardes una barra de juvenilia a escucharlas desde el oscuro reservado para familias. Quien no fue mujer ni trabajador piensa que el de ayer fue un tiempo mejor y al compás de la nostalgia hoy bailamos por error. En su palco las señoritas repetían con todo esmero pasodobles y rancheritas que no daban para el puchero. Eran rubias, llevaban flores en el pelo y en la cintura se movían como muñecas con tristísima compostura. Quien no fue mujer ni trabajador piensa que el de ayer fue un tiempo mejor y al compás de la nostalgia hoy bailamos por error. Nadie supo de qué naufragio las salvaba el conservatorio para así ganarse la vida de lloronas en un velorio. Una noche se hicieron humo de su palco descolorido y tomaron, violín en bolsa un tranvía para el olvido. Quien no fue mujer ni trabajador piensa que el de ayer fue un tiempo mejor y al compás de la nostalgia hoy bailamos por error. Parecía la Chacarita aquel viejo café del Once con orquesta de señoritas...