Un año cualquiera al norte del sur, Aytor y Carmela deciden en una taberna gudari de San Juan de Luz que, en vez de guitarras, dentro del fly case, la pólvora etarra imponga su ley. Estrategias del destino, luto y nieve en la ruleta del camino. Salida de misa, viernes de pasión un yonki agoniza en technicolor. Península histérica, borracha de sol heridas de guerra que nadie ganó. Y todo el mundo sigue hablando, compitiendo, adulterando, desmintiendo, puteando. Y todo el mundo alucinando, reprimiendo, sospechando, malviviendo, conspirando. Vamos a matar la muerte, vamos a inventar una canción por la gente sin voz que no quiere olvidar. Entierros en Cádiz comando en Madrid, soñando en euskadi con una frontera en Touluouse y otra en Valladolid. Sobre un cielo helado de víscera y nata, tormenta escarlata sangre en el tejado y tripas de cualquiera junto a la cartera de un guardia jurado. Y Maitetxu mía que murió aquel día y resucitó y don Nadie Pérez pisando un alférez bajo un camión buscando un pedazo que se le perdió. Y todo el mundo sigue hablando, compitiendo, adulterando, desmintiendo, puteando, y todo el mundo alucinando confundiendo, sospechando, malviviendo, conspirando. Y todo el mundo sigue andando, padeciendo, despertando, repitiendo, imaginando. Y todo el mundo, blafemando, maldiciendo, apostando a cara ó cruz, improvisando. Desesperados y hasta cuando y hasta cuándo y hasta cuándo y hasta cuándo y hasta cuándo y hasta cuándo y hasta cuándo