Recordarás la primera vez que con su trajín nos juntó la vida. llamaste al timbre para vender libros sobre razas desconocidas. ¿Qué nos sucedió? que acabamos desnudos jugando abrazados sobre el parquet al juego del amor.
Luego te marchaste sin dejar ni un papel con tu nombre y tu dirección alguien te esperaba donde siempre a las tres y eran ya más de las dos.
Volví a encontrarte meses después la casualidad me cruzó contigo en el vestíbulo de un hotel ¿qué demonios andas haciendo en Vigo?.
Cuando me desperté me besabas los párpados ¿cómo te llamas? le pregunté después amaneció.
Y así fue cómo el tabique, de aquel hotel, que nos separaba cayó tú tenías el cuarto ciento cuarenta y tres yo el ciento cuarenta y dos.
Siglos pasaron sin que el azar, duende juguetón, sus hilos moviera casi me había olvidado ya de tus pies subiendo por mi escalera.
Pero antes de ayer en un cine de barrio una voz me llamó desde el ambigú y supe que eras tú.
Y la rara historia otra vez se repitió unos cuantos años después en taquilla te habían dado la fila dos y a mí me dieron la tres.