Para conocerlas hay que recorrerlas Es indispensable no sentir temor Es recomendable no guardar rencor Para enamorarlas nada de halagarlas Solo es necesario desobedecer Y a otros compromisos desobedecer
Para someterlas, solo acariciarlas Toca sus espinas si las imaginas Es mucho mejor Todos los que amamos a las suculentas Nos acaloramos y ellas tan contentas No nos necesitan ni pa' los mandados No prueban bocado Lo soportan todo con resignación
La doctora Bravo Sabe ser amiga de los candelabros Y de los teteches, órganos gigantes Reinas de la noche, nopal de lengüita Pitayo de mayo, que flor tan bonita Creo que me desmayo
Descubrió la chende que lleva su nombre Planta arborescente de rama abundante Tronco definido, leñoso grisáceo Siete, ocho costillas de arista ondulante Espinas tortuosas, areolas distantes Sus flores son diurnas y son perfumadas En el perinato son oblanceoladas Su fruto globoso, semilla encorvada Con sus puntuaciones y reticuladas
La doctora Bravo, Heliabravoa chende Todas las cactáceas y las suculentas gozan de su amor Larrea tridentada o gobernadora Que de los peyotes es la protectora La rotundifolia y las mammillarias, pseudocoryphantas
Los echinocactus y las jacamatracas La doctora Bra-vo, bra-vo, bra-vo, bra-vo, bra-vo, bra-vo Supo conocerlas, supo alimentarlas Y las suculentas como recompensa le dieron El jugo que guarda el secreto de la juventud