La tarde se detiene en mi balcón, iluminando este rincón de mi soledad.
Resulta tan difícil dividir lo que me dicta este sentir entre la verdad... Ay, ay, amor, si sé que no me puedes querer, ¿qué diablos hago amándote? Soy prisionera de tu calor.
Amor, ya no me dejo de repetir, ¿qué será lo que veo en ti, si al cabo sólo queda el dolor? ¿Será el aire que te das, moreno, que bebí la pócima de tu veneno o tu forma de mirar, que nubla mi voluntad? ¿Será el brillo de tu voz, serena, dulce melodía que quita la pena, o tu forma de reír al compás de mi latir?
Disculpa que no me pueda quedar a descansar en tu jardín ni un minuto: es tiempo de partir hacia el lugar donde una buena tierra al fin dé su fruto...
Ay, ay, amor, que yo sólo quisiera saber qué rayos habré visto en él, si al cabo sólo queda el dolor... ¿Será el aire que te das, moreno, que bebí la pócima de tu veneno o tu forma de mirar, que nubla mi voluntad? ¿Será el brillo de tu voz, serena, dulce melodía que quita la pena, o tu forma de reír al compás de mi latir?
Ay, ay, señor, si yo sólo quisiera saber qué es lo que habré visto en usted, si al cabo sólo queda el dolor...