Tiene los dedos amarillos, cansados de encender mil cigarrillos sin ganas de fumar, y busca siempre en los bolsillos monedas de chocolate, veranos donde encallar.
El nudo que hay en su garganta se aprieta cuando alguien le canta la canción del verano, y trata de meterle mano a los chicos de las portadas de sus discos de vinilo.
Y dice siempre que el estilo no se pierde cuando se empieza a desnudar. Y baila como una sirena, varada en la arena de la barra del bar.
Sirena varada, flor de madrugada, peces de colores en el paladar. Sirena de noche, reina de los coches que nunca van a casa, que haces naufragar. Sirena varada, viviendo encerrada dentro de una esfera de cristal.
Sabe que tampoco para los listos, como decían los Sex Pistols, hay un futuro. Por eso nadie la ha visto quejarse nunca de nada ni pedir un solo duro.
Y ofrece siempre de mano una sonrisa cuando se empieza a desnudar. Y besa sin prisa como una sirena que arrastra la condena de no saber nadar.