Vengo de un paÃs devastado y en las ruinas quiero comenzar un paÃs de pueblos hermanados donde falte el odio y sobre el pan.
Donde rÃan los sobrevivientes, donde canten los ex-combatientes, donde el que tiró el pibe al Riachuelo, volviendo el tiempo atrás, muera primero. Y nadie se acobardó, y nadie se traicionó.
Lucero que estás brillando y nada más, Lucero que estás brillando, haz que mi paÃs arranque el color gris y brille como vos, Lucero.
Y no me hables de sufrir, que de morirme vengo. Hablo de la inmensidad de poder pelear con nuestra voz. Con nuestra voz. Con nuestra voz.
Y el gobernador y el presidente ... ningún goberladrón ni presidiario, ni agentes del desorden, nunca más. Que nadie mande a nadie y en el barrio se construya un popular.
Y el Congreso un buen circo pa’ los chicos, con payasos que rÃan de verdad. No queden ni camisas ni corbatas de esos bufones que te hacen llorar.
Y nadie se acobardó, y nadie se traicionó.
Lucero que estás brillando y nada más, Lucero que estás brillando, haz que mi paÃs arranque el color gris y brille como vos, Lucero.
Y no me hables de morir, que de morirme vengo. Hablo de la inmensidad de poder pelear con nuestra voz. Con nuestra voz. Con nuestra voz.
Y al Colón por fin llegaron los murgueros, comparsas y cantores callejeros. Canillitas vivaban con esmero la voz mezzosoprana de un diariero.
Y esa estatua de mierda en Bariloche y cuadros de genocidas en las aulas, sean alimento de una gran fogata que purifique el suelo de la patria.
Lucero que estás brillando y nada más, Lucero que estás brillando, haz que mi paÃs arranque el color gris y brille como vos, Lucero
Y no me hables de morir, que de morirme vengo. Hablo de la inmensidad de poder pelear con nuestra voz. Con nuestra voz. Con nuestra voz. Con nuestra voz. Con nuestra voz.