Aquel día que dejaste un papel sobre la mesa, cuatro líneas que decían: "Perdoname si me voy". Quise irme tras tus pasos, con el ansia de vengarme, pa’ gritarte mi desprecio, como una res achurarte, y a los perros arrojarle tu cobarde corazón. Quise irme tras tus huellas, pero algo me contuvo, era el pibe que lloraba preguntádome por vos. Lo conformé como pude, lo acuné entre mis brazos después de llamarte mucho se durmió en mi regazo, y su pelo fue pañuelo pa’ un rebelde lagrimón.
Poco a poco nuestro hijo se olvidó de que existías, yo le dije que su madre para el cielo se voló. Tu retrato, desde entonces, tiene siempre muchas flores, ni te falta una plegaria que él te reza por las noches y si alguno a vos te nombra él le dice: "¡Se murió!" Cinco años no es un día, has llegado un poco tarde, es inútil que pretendas otra vez aquí volver. Ocho años tiene el pibe y hace cinco que te reza, él le dice que te ocultas tras el brillo de una estrella, te das cuenta vos ha muerto, para mí y para él.
Si querés que te perdone, por el daño que me has hecho, te juro que no te guardo ni un poquito de rencor. Si precisás cualquier cosa aquí está mi mano abierta, todo, todo te lo ofrezco menos cruzar esta puerta y brindarte un lugarcito en mi noble corazón. Pero antes que te vayas voy a llamar al purrete, que no vea que en tus ojos una lágrima tenés. Decile que fuiste amiga de su madre, y es por eso, que querés allí en su frente estamparle un fuerte beso y no vuelvas nunca, nunca, para tu mal o tu bien.