De pequeño yo tenía un marcado sentimiento armamentista; tanques de lata, de cromo y níquel y unos graciosos reservistas de plomo, a mano pintados, con morriones colorados que eran toda una delicia para mi mente infantil... ...yo me creía, como creía en el honor del paso del batallón dentro de mi habitación; era todo un general dirigiendo la batalla, y el humo de la metralla acunaba mi pasión por los gloriosos soldados que, sable en mano avanzaban sobre aquel cruel invasor que atacaba mi nación... ...sangre de entonces, sangre vertida, toda mi niñez vencida por el tiempo que pasó. De las banderas, sólo jirones; de los morriones Empenachados, sólo un recuerdo desmadejado de dolor... ...¿qué nos pasó, cómo ha pasado? ¿Qué traidor nos ha robado la ilusión del corazón? Creo que quiero cerrar los ojos para no ver los despojos de lo que tanto amaba entonces. Que vuelva el bruñido del bronce, que se limpien las banderas; yo quiero ser una fila entera de soldados desfilando y todo un pueblo cantando con renovada pasión. Quiero de nuevo el honor aunque no existan victorias, quiero llorar con la gloria de una marcha militar, y un banderín agitar, frente a un ejército popular...