Vencido, con el alma amargada, sin esperanzas, saciado de la vida, solloza en su bulín el pobre payador, sin hallar un consuelo a su dolor. Colgada de un clavo, la guitarra... en un rincón la tiene abandonada... De sus amigos ya no le importa nada... Tirado en la catrera no hace más que llorar.
En alguna ocasión sólo se escucha esta canción: "Mocosita, no me dejés morir, volvé al cotorro, que no puedo vivir. ¡Si supieras las veces que he soñado que de nuevo te tenía a mi lado! Mocosita, no seas tan cruel, no me abandones... Quiero verte otra vez... Mocosita, no me dejes, que me mata poco a poco tu desdén."
Dormía tranquilo el conventillo, nada turbaba el silencio de la noche cuando se oyó sonar allá en la oscuridad el disparo de una bala fatal. Corrieron ansiosos los vecinos que presentían el final de aquel drama y se encontraron, tirado en una cama, en un charco de sangre, al pobre payador. Pero, antes de morir, alguien le oyó cantar así: "Mocosita, no me dejés morir, volvé al cotorro, que no puedo vivir. ¡Si supieras las veces que he soñado que de nuevo te tenía a mi lado! Mocosita, no seas tan cruel, no me abandones... Quiero verte otra vez... Mocosita, no me dejes, que me mata poco a poco tu desdén."