Congojas y hondos pesares y tristezas en mi hogar canté el amanecer doliente que el recuerdo de mi madre hallé. ¡Madrecita idolatrada! ¡Mi viejecita adorada! Tres años estuve preso y, al salir, ni el beso postrero te di.
Y desde entonces he vivido horas de angustia, quejumbroso y solo acariciando los afectos que soñé y que mi pecho guardará. Hoy que del mundo te alejaste, ¡madre de mi alma!, yo te busco en vano y es cuando más tu fiel cariño lo imploro con ansias pero ya no está.
Madre mía perdoname los disgustos que en vida te di, demasiado te he llorado y te lloro lo que te perdí. Fue tan mezquina mi suerte que ni muerta llegué a verte. Cuántas penas que he sufrido, tal vez porque he sido muy malo con vos.
Congojas y hondos pesares y tristezas en mi hogar canté el anochecer doliente que el recuerdo de mi madre hallé. ¡Madrecita idolatrada! ¡Mi viejecita adorada! Tres años estuve preso y, al salir, ni el beso postrero te di.